El círculo de la decadencia (I)

La guardia alta, como si el otro fuese un boxeador sediento de revancha. La mañana y un mate tibio a medio lavar fue el árbitro que trató de separarnos, pero las palabras salieron como puñal. Nos herimos, por confusión. Pensamos que nuestras caras en realidad eran máscaras que cubrían cuerpos fantasmales de otra época en donde desayunábamos desamores. Y así luego de la tormenta, la calma del silencio. Pero no sé que fue peor. Nos fuimos muriendo, mientras nos revolcábamos en los desastres de nuestro ayer. Nadie se percató de nuestro sufrimiento. Quizá nadie nos entienda más que nosotros mismos.

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